Mauna, la enseñanza del Silencio

“Todas las prácticas espirituales existen para ayudarnos a entrar en el Gran Silencio. El silencio interior es como un flujo de conocimiento directo y transformador. No se trata de llenarnos de nociones intelectuales, sino de sumergirnos en nuestra propia esencia”, escribe Swami Satyananda Saraswati en su libro Mauna, la enseñanza del Silencio. 

Con Swami Satyananda Saraswati hemos hablado del Gran Silencio. 

 Swamiji, ¿podrías hablarnos de lo que significa el Gran Silencio?

El auténtico silencio, valorado por los sabios desde la antigüedad, es el Silencio interior. Entrar en el Silencio significa ir más allá del espacio mental; significa ir a la raíz de lo que ya somos.

El espacio mental contiene el condicionamiento de nuestro pasado, de nuestra propia historia, y las imaginaciones y especulaciones del futuro. En él, sostenemos la ilusión de un personaje.

Estar en el Silencio, con mayúsculas, es entrar en un espacio no definible, donde no hay pensamiento, ni emoción, ni concepto, sólo existencia pura; donde yo no existo en el sentido limitado, pero sí Existo plenamente en el sentido Real; es ir a la fuente, a la raíz de la existencia, a la Esencia pura. Este es el gran Gran Silencio.

¿Cómo empezar? ¿Cómo podemos llegar a este Silencio?

Primero deberíamos ser capaces de tener unos momentos al día para estar solos. ¿Cuántos momentos al día nos dedicamos a estar en silencio con nosotros mismos? Hacemos muchas cosas, pero ¿cuántos momentos los dedicamos simplemente a ser?

Suponiendo que nos diéramos estos momentos, ¿dónde estaríamos?, ¿en un profundo silencio o en el ruido de nuestra mente? Posiblemente estaríamos escuchando al personaje psicológico (un personaje que intentamos que sea fantástico aunque muchas veces no nos lo parece) y a toda una serie de conceptos que nada tienen que ver con nosotros. Nada de lo que pensamos, de lo que sentimos ni de lo que recordamos, tiene que ver con nuestra verdadera Esencia.

Al principio es necesario crear un espacio de silencio externo para poder entrar en el silencio interior y acallar la mente con su historia inacabable. La mente va creando continuamente nuevos mundos interiores. Es aquí donde la práctica de técnicas yóguicas y meditativas es importante (pero ahora, no me voy a extender en este punto).

En este proceso, la práctica regular es muy necesaria. Por medio de ella, vamos entrando en espacios de menos contenido mental y poco a poco podremos permanecer en el silencio interior. Con esta preparación, entraremos en un estadio muy importante. Si tenemos intensidad y a la vez desapego, esta práctica yóguica inicial nos conducirá a una profunda observación: si en el silencio interior experimento mi existencia sin estar relacionada con las experiencias del cuerpo, de la mente y del intelecto, entonces ¿quién soy yo? A esta profunda observación, se la denomina vichara o auto-indagación y es una práctica de gran relevancia en el camino del advaita vedanta. No se trata de esperar ninguna respuesta conceptual, ni tampoco ninguna experiencia, sino de reconocer lo más cercano e íntimo, lo más obvio: la conciencia que siempre existe en nosotros independientemente de los estados que experimenten nuestra mente y nuestro cuerpo.

Para llegar al Gran Silencio, es también de inmensa ayuda encontrar a un maestro que nos pueda guiar en el sutil camino del conocimiento y poder reconocer la plenitud que existe siempre en nosotros. Una vez reconocida la plenitud en nuestro corazón, la podremos reconocer en todos los seres y en todo lo que existe. A esto se le llama prajña o sabiduría. Se trata de un conocimiento directo, no es un conocimiento filtrado por la mente ni por el intelecto con sus condicionantes; es un reconocimiento interior, una experiencia directa que conlleva una profunda transformación.

¿Este Silencio es la meta del camino?

La palabra silencio es una forma de expresar algo inefable. Durante miles y miles de años, muchas personas han dedicado su vida a alcanzar el Gran Silencio. ¡Es tal la inmensidad de este descubrimiento! Reconocer lo que en realidad ya somos, lo real en nosotros, más allá del mundo conceptual. Los antiguos sabios decían que una vez visto Eso, ya no queda nada más por conocer. Es la meta última. A lo largo de la historia, muchas personas han entregado su vida a este proceso de autoconocimiento.

¿Nos puedes hablar de tu experiencia?

En los casi treinta años que viví en la India con mi maestro y con otros maestros, los momentos de mayor enseñanza, de más plenitud, los más gloriosos, fueron en silencio. Los momentos más intensos de aprendizaje fueron estando junto a mi guru en silencio. ¿Qué ocurría? Nada ¿Qué transmitía? Un estado de plenitud independiente. Es difícil de explicar. De forma directa y no mental, tenía lugar un reconocimiento interno. El reconocimiento de una plenitud que no depende de nada. Un vislumbre del reconocimiento de la Esencia no dual de la que hablan los textos del advaita vedanta.

¿Por qué no estamos siempre en este Silencio si es nuestra propia esencia?

El silencio es el corazón de todo y está más allá del pequeño “yo”, pero estamos enamorados del pequeño “yo”. Hemos creado todo un mundo de conceptos que nos atan y limitan alrededor de nuestro pequeño “yo”. Tenemos que ser capaces de dar el salto a la inmensidad de la conciencia.

Los textos hablan de purna, plenitud, como el estado de libertad donde no existe la limitación porque se ha trascendido todo concepto.

Como decía el gran sabio Sri Ramana Maharshi en su Upadesa Sara (Esencia de la enseñanza): “No le queda ninguna acción por hacer a este gran yogui, cuya mente se ha extinguido y que descansa en su propio Ser trascendente”

(Esta conversación ha sido traducida por Àngels Barnadas)

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